Prácticas basadas en el cuidado y en las relaciones de confianza e intercambio. Son de base comunitaria, se construyen por la confianza y la solidaridad, y no en la ambición por el lucro y en la explotación. Se establecen desde las redes de auto gestión en los territorios y promueven el reconocimiento de los trabajos invisibilizados realizados por las mujeres.

​

En la zona oeste de Río, somos muchas las trabajadoras que transformamos el trabajo invisibilizado y no pagado en potencia de supervivencia y de resistencia, en trabajo político que fortalece las redes de cuidado creadas y mantenidas por nosotras mismas. Prácticas de trueque de bienes y saberes, de producción que involucra la agricultura urbana y agroecológica, las cocinas locales y beneficiación de alimentos, los procesos de reutilización y reciclaje en las artes, la artesanía, confección de ropas y utensilios en general, producción de arte, cultura, decisiones políticas y afectos. 

​

A través de estas prácticas, conquistamos también el sustento en la organización de mercados locales, espacios y encuentros que nos dan la oportunidad de comercialización y consumo responsable, cuando los productos vienen directamente de las manos de los productores. 

​

La economía feminista comunitaria que construimos promueve el reconocimiento de nuestros múltiplos trabajos en su potencia política buscando, al mismo tiempo, la superación de la división sexual y racial de los trabajos, la construcción de autonomía económica en nuestras vidas y la autogestión en nuestros territorios.